UN JUEZ RECONOCIÓ QUE DOS MUJERES INTENTARON MATAR A UNA JUEZA, PERO LAS DEJÓ LIBRE PORQUE, PARA ÉL, NO QUISIERON ASESINARLA.

Melisa y Érica Bulacio agredieron a la jueza Dalia Rivero en la calle. Le destruyeron el auto a pedradas, la golpearon con una enorme roca en la cabeza, la tiraron al suelo y siguieron con patadas y trompadas. Luego, una de ellas publicó en redes sociales y en audios que viralizaron cómo fue, se adjudicó orgullosa el ataque y se reía de cómo pedía ayuda la víctima.

juez Alfredo Cuello

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El juez de Garantías 1 de Villa Mercedes, Alfredo Cuello, lo hizo otra vez. Dictó un fallo que descolocó a todos en la audiencia que presidió. Admitió que las hermanas Melisa y Érica Bulacio, en efecto, trataron de asesinar a golpes, patadas y pedradas a la jueza de Paz de Buena Esperanza, Dalia Rivero. Dijo que sí que, hasta este punto de la causa, la tentativa de homicidio está probada como para imputarles a las mujeres ese feroz ataque. Pero el siguiente argumento de su resolución invalidó, de alguna forma, lo que reconoció primero. “No existe la solidez suficiente” como para sostener que las acusadas tuvieron la intención de asesinar a la magistrada.

Por eso, las liberó y, como si fuera poco, les impuso una restricción de acercamiento recíproca, para que las mujeres no se arrimen a la letrada y para que la jueza tampoco se atreva a aproximarse a ellas.

Los fiscales José Olguín y Marcelo Palacios y el abogado querellante, Germán Anabitarte, se quedaron con las bocas abiertas. No literalmente, pero no lo podían creer.

Ni el defensor de las Bulacio, Gustavo Reviglio, se imaginó semejante resolución. De hecho, el abogado estaba tan seguro de que a sus clientas iban derecho al encierro que, ya de antemano, le había requerido a Cuello que, en todo caso, considerara la prisión domiciliaria. “La pegué en el Quini”, habrá pensado después de oír la decisión del juez de Garantías, que directamente las dejó libres como pájaras.

Las Bulacio fueron detenidas la noche del viernes 5, cuando la Policía les allanó sus casas. En las requisas los efectivos les mostraron las piedras de gran tamaño que habían utilizado en la agresión y ellas reconocieron que, tal cual, esas habían sido las rocas que emplearon.

Pero lo cierto es que no pasaron un día en un calabozo. La mañana del día siguiente, el sábado 6, los fiscales les formularon cargos por “daños” y por “homicidio en grado de tentativa” y, dado el grado de peligrosidad que significa ante todo el último delito, solicitaron que ambas fueran enviadas a la cárcel de San Luis.

Una de las imputados se jactó en sus redes sociales y a través de audios de la paliza.

Sin embargo, Cuello las benefició con la prisión domiciliaria. En el caso de una de las acusadas fundamentó la medida morigerada en el hecho de que es madre de un menor de edad y debía hacerse cargo del hijo. Y respecto a la otra Bulacio dispuso el encierro en su vivienda para que pueda mantener su trabajo, es decir, que no fue un encarcelamiento del todo porque tenía permitido salir para cumplir con su jornada laboral y regresar a su vivienda al finalizarla.

Rivero, en cambio, siente que ella debe estar encerrada. No se siente segura en ningún lado, ni siquiera en su trabajo. Pues, según le relató a Todo un País, más de una vez Melisa ha ido hasta el juzgado a amenazarla, insultarla con denigraciones propias de alguien que odia a una mujer y hasta llegó a golpear con un palo la puerta de vidrio de la oficina de la damnificada. Tal es el nivel de temor que ha infundido en su entorno que toda su familia, sus amigos y hasta su propia secretaria están aterrorizados y tienen miedo de que algo les suceda a ellos también. “Ha amenazado hasta a mi hija desde que tiene 18 años, y hasta ahora que tiene 20 lo sigue haciendo”, relató.

La magistrada fue golpeada en distintas partes del cuerpo, pero el traumatismo más severo, y que por una cuestión de mera fortuna o poder divino no la mató, fue la roca que Melisa por poco no le incrustó en la cabeza. “Tan grande era la piedra que la tenía que agarrar con las dos manos”, describió la víctima para graficar el tamaño y peso del elemento contundente que pudo costarle la vida.

Así quedó el flamante Fiat Fastback de la jueza tras las pedradas.

Aunque por el momento no cuenta con su auto, que es una herramienta de trabajo para viajar a otros pueblos, pues lo destruyeron, Rivero sigue activa. Pese a que, desde la golpiza, la migraña no la deja en paz y tiene pendientes realizarse algunos estudios neurológicos, dado que no está bien del todo.

La magistrada narró que sufre este calvario desde hace dos años. Dijo que el marido de Melisa es albañil y realizó algunos trabajos en su casa. Es una persona que conocían, incluso, cuando la jueza trabajó en una radio y el hombre hasta se desempeñó en conjunto con el hermano de Rivero, que es electricista.

Lo conocen de toda la vida, afirmó. “Y ella (Melisa Bulacio) se ve que es de esas personas que va, lo busca al esposo, lo tra. Una relación tóxica, se ve. Pero ella un día me plantea que me tenía celos, que esto que el otro, entonces le digo ‘bueno, mirá, para evitar cualquier drama, yo no lo llamo más a trabajar, estás tranquila vos y no pasa más nada”, recordó.

Pero eso no calmó a la mujer, que engendró un odio sin fin contra Rivero ya que, en su mente, la jueza mantuvo un romance con su esposo. En este par de años la agredió infinidad de veces, sostuvo, como infinidad de testigos hay para acreditar esos ataques.

Señaló que la denunció y le impusieron una restricción de acercamiento que Bulacio jamás cumplió. “Ha creado un montón de perfiles falsos en Instagram, en distintas redes sociales denigrándome, también se mete con mi familia. No tiene límites”, manifestó.

Lo peor de todo lo sufrió el jueves 4 l. Rivero fue hasta un lavadero a buscar el auto cero kilómetro, que se había comprado hacía 20 días, cuando volvía hacia el juzgado, situado a dos cuadras, le arrojaron una enorme roca que le dibujó una especie de cráter en el parabrisas. Sin dudas fue dirigida hacia la conductora, pues a ese lado apuntaron.

En una serie de audios de WhatsApp que viralizaron en Buena Esperanza la propia Melisa narra orgullosa, con risas, gozando cómo fue la paliza que le dio a la abogada. La imputada, al inicio de ese primer mensaje intenta justificar el terrible ataque, diciendo que la letrada pasó en su vehículo, con el vidrio bajo, le gritó “sapa cor…” y subió la ventanilla. “Entonces, ahí agarré una piedra y se la tiré al auto, le reventé el auto. Ahí la agarré de los pelos, la saqué de los pelos”, relataba como contenta en ese intercambio de chats que mantenía con otra mujer.

“Sí, frenó, frenó porque yo le rompí el vidrio, bol… Sí, la cag… a piñas afuera, en el piso, y se subió al auto y la volví a cag… a trompadas por la cara. La cara hinchada tenía, llena de sangre tenía. No sé qué hice la verdad, de dónde saqué tanta fuerza. Pero la hice bos..”, narraba asombrada y feliz de esa potencia física que le nació en ese momento.

“La llené de tierra, la cag… a patadas. ‘Me destruiste el auto’, me dice. ‘Y vos que destruiste a mi familia, hija de mil p…’. ‘¿Y quién se ríe ahora?’. ‘Jajaja’, le decía yo. Y le daba, viste. Le rompí los anteojos. Y buscaba el celular desesperada para llamar a alguien y no se lo dejé agarrar. Hasta que llegó el Daniel, que justo iba pasando y me sacó. Pero tampoco me podía tener el Daniel. ‘Pará, pará, que te van a denunciar’, me decía. ‘Qué me importa a mí’, le dije. Y ella le decía cosas a la Érica, porque estaba la Érica. Pero la Érica estaba acá adentro, pero estaba con el bebé”, relataba Melisa en el segundo audio.

En la audiencia del viernes pasado, Érica afirmó que ella “no tuvo nada que ver” y no lanzó ninguna piedra. Rivero asevera que eso no es cierto, porque cuando le allanaron la vivienda la misma imputada admitió que las rocas que le exhibió la Policía fueron las que usó con su hermana en la golpiza.

“La cara llena de sangre tenía, la cag… a trompadas por la cara, le arranqué los pelos, la saqué del auto y la revolqué acá”, aseguraba en un último mensaje de voz. Estaba muy orgullosa de haberle pateado y tapado de tierra la entrepierna, afirmaba en ese tercer audio.

Empleó otras palabras y frases completas para denigrar a la jueza por ser mujer. Se burlaba de su género. Por eso, en un principio, Rivero y su abogado las denunciaron ante la Fiscalía en lo Penal con intervención en Contexto de Género, Diversidad Sexual, Infancias y Adultos Mayores, a cargo de Nayla Cabrera Muñoz. Pero en esa fiscalía entendieron que la causa no era de su competencia y la remitieron al fiscal instructor penal de turno.

La calificación de “femicidio en grado de tentativa” hubiera sido más propicia y elocuente. Pero, al final y al cabo, qué importa. Las Bulacio, las mujeres que el juez Cuello confirmó que trataron de asesinar a una jueza, están libres porque así él lo quiso. Es su lógica: la de no hay justicia ni siquiera en el lugar de la “justicia” , “el debido proceso” y todos los “bla, bla, bla” inútiles que quieran sumarles los que forman parte de esa institución que, por resoluciones del estilo, está lejos de ser calificada como «excelentísima». Palabra que, dicho sea de paso, no se les cae a los «doctores» en los juicios cuando se dirigen al tribunal que tienen frente a sí y les toca convencer de la inocencia culpabilidad de uno o de otro.