Raúl Zacarías Páez sabía que lo que le esperaba de ahora en más era el Servicio Penitenciario de San Luis. Lo sabía desde la semana pasada. Le dijeron que sería por dos meses y, en estos días, una jueza de Garantías de Villa Mercedes definiría si extendería ese tiempo tras las rejas, en vista de que sobre él pesa otro delito: golpear a una mujer, al extremo de dejarla inconsciente en el suelo y, luego, atreverse a amenazarla a tiros junto a otros dos hombres, al mejor estilo “matón”. Pero no. El imputado la sacó baratísima. Lo imputaron por la paliza y las amenazas a esa víctima, pero no dispusieron que deba estar más tiempo en la cárcel, solo esos 60 días que le impusieron, en primera instancia, por andar “calzado” con un arma de fuego en las calles de Villa Mercedes, como si nada fuese.
Al hombre de 42 años la Justicia de la Segunda Circunscripción le hace precio ya desde febrero pasado, cuando baleó a Franco Ariel López. Le pegó un tiro en el pecho. Eso sucedió el 9 de febrero, en calle Leonismo Argentino, extremo sur. Pero no lo detuvieron al momento. Luego de un mes de averiguaciones, bajo las directivas del fiscal de instrucción 1 Bazla Cassina, los policías allanaron varios domicilios en los que podría estar el agresor.
Uno de esos lugares era una casa de Zoilo Concha, entre Nelson y Esteban Agüero, en el barrio San José. El personal del Comando Radioeléctrico rodeó la manzana, en lo que llaman un operativo cerrojo, para evitar que el sospechoso intentara escapar. Pero Páez no se dio por vencido tan rápido, intentó escapar saltando de un techo a otro. Igualmente, no lo consiguió. Lo arrestaron y, de su casa, secuestraron teléfonos y otros elementos que los investigadores consideraban ligados al ataque a balazos.
Eso fue en marzo, pero al poco tiempo el hombre ya estaba libre. Y el 31 de agosto volvió a demostrar que seguir las leyes y concebir una vida sin violencia, al parecer, no es lo suyo. Según el repaso que hizo la fiscal Gisela Milstein, en la audiencia de imputación, Páez discutió con una mujer, cuando ella trataba de defender a su hijo. Por lo visto, el hombre no sabe manejarse con palabras, así que recurrió a las trompadas. “Al momento del golpe, la señora perdió el conocimiento y se desvaneció, cuando se recuperó y se preparó para ir a recibir asistencia, el imputado, quien iba junto a otras personas, la amenazó apuntándole con el arma”, detalló la letrada.
Pero eso no fue todo. Después de la paliza, rodeado por esos otros hombres, como si se trataran de una mafia, disparó dos veces un arma de fuego para demostrarle que el alcance de su violencia no se limitaría la próxima vez a los golpes de puño nomás.
Dos días más tarde, Páez cayó ante la Policía. Pero no fue por la golpiza a la mujer, sino por otra cosa. El martes 2 de septiembre, cerca de la 1:15, un par de patrulleros de la División de Rápida Intervención Motorista (DRIM) recibió el aviso de sus camaradas del Centro de Operaciones del 911 de que en cercanías de Chile (extremo sur) y Milone habían visto a dos hombres con un arma de fuego. Le refirieron que uno de ellos parecía tener unos 40 años, vestía una campera blanca con capucha y un pantalón oscuro rayado con líneas blancas verticales.
Los policías interceptaron a un sospechoso de similares características en Milone al 700. No se equivocaron, era él a quien buscaban. Puesto que apenas notó a los patrulleros se tornó agresivo y forcejeó hasta donde pudo para evitar el arresto. En esa resistencia y lucha, el hombre que luego identificaron como Páez, trató todo el tiempo de llevar una mano a su cintura, donde escondía una pistola semiautomática, calibre 22 LR. Tenía cargador y cartuchos, precisó el fiscal instructor Maximiliano Bazla cuando lo imputó por “portación de arma de fuego agravada por antecedentes penales” y “resistencia a la autoridad calificada por cometerse a mano armada y por poner mano en la autoridad”.
Las pericias comprobaron que la pistola estaba apta para el disparo, que no estaba registrada en el Registro Nacional de Armas (RENAR) y que el acusado tampoco figuraba como su usuario. Por ese delito, Bazla solicitó dos meses de prisión preventiva que son, a la postre, los que deberá cumplir en el Penal.
Fue el juez de Garantías 4, Santiago Ortiz, quien intervino en la resolución de esa última causa y aceptó la medida de coerción de 60 días. Respecto al caso de “lesiones graves en concurso real con amenazas calificadas por el empleo de arma de fuego, en concurso real con abuso de arma de fuego” en perjuicio hacia la mujer, la fiscal Milstein solicitó para el imputado cuatro meses de prisión, pero la jueza de Garantías N°3, Natalia Pereyra Cardini, no hizo lugar a ese pedido y consideró que los 60 días de encierro que ya habían requerido para Páez en el otro hecho serían suficientes.